Es frecuente escuchar sobre los beneficios físicos que genera el deporte. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el ser humano es una unidad psicológica, física, social y espiritual. Por lo tanto, cuando hay desajustes en alguna de las áreas mencionadas, esto trae consecuencias sobre la totalidad de la persona.
Pensemos, por ejemplo, en una persona que padece depresión. En ella prevalecerán pensamientos pesimistas. Preferirá las actividades sedentarias, evitando reunirse con amigos y conocidos. Lo mismo ocurre a la inversa, cuando el bienestar que se produce en el cuerpo a través de la actividad física produce beneficios indirectos en otros aspectos del sujeto.
En épocas pasadas se hablaba de enfermedad psicosomática para referirse al asma, porque el aspecto psíquico y emocional repercutía notablemente sobre los síntomas físicos. Hoy en día, desde el campo de la psicología y la medicina se considera que todas las enfermedades debieran ser tratadas como una unidad psico-física.
No son pocos los beneficios psicológicos que en este sentido se desprenden de la actividad física. Uno de ellos es la Sensación de Bienestar, que trae como consecuencia el Mejoramiento de la Autopercepción Corporal que repercute en el aspecto emocional al elevar la Autoestima. El deporte posibilita al niño y al adolescente un manejo equilibrado de su cuerpo, lo que genera confianza para enfrentar otras situaciones en lo cotidiano, social y familiar. Fomentar la actividad deportiva en la niñez, inducir a los jóvenes al hábito del ejercicio, mejorará necesariamente la calidad de vida de la población adulta del futuro.
Pero es necesario tener en cuenta también que la infancia es por excelencia el período donde se aprehenden hábitos y comportamientos que se sostendrán a lo largo de la vida. No es casualidad, por ejemplo, que los adultos mantengan en un preciado lugar de su corazón el primer equipo de fútbol que alentaron o del que formaron parte, por más que sea de una liga regional, barrial o del ascenso. Si los dirigentes de clubes tuvieran este aspecto en cuenta y se abocaran más al público infantil, tendrían de seguro mayor público estable en el futuro.
El deporte consiste en una actividad lúdica que permite que el cuerpo permanezca en constante movimiento con un propósito. Al ser considerado un juego reglado se deben cumplir normas que posibilitarán el aprendizaje de las normas morales y vinculares, ya que se trata de una competencia que necesitará de otros participantes. Las reglas enseñan lo que se debe hacer y lo que está mal. El hacer trampa deberá ser sancionado por el grupo, árbitro o figura que según el deporte personifique la ley y la autoridad. Esto posibilitará la inserción del niño en la sociedad. Deberán aprender que a veces se pierde y a veces se gana.
En el campo de juego, por otra parte, se ponen en evidencia los aspectos más nobles y los vicios más detestables de los hombres. Ante las reglas se deberá estar alerta y atento para poder aplicarlas y responder adecuadamente ante la reacción de otros participantes. Esto indica que se necesita responder con inteligencia, aspecto psicológico de la personalidad.
El deporte, además, fomenta la disminución de la ansiedad, el manejo del stress y la agresividad al servicio de un actividad socialmente aceptada, la decisión para obtener éxitos, la resolución de problemas, la honradez, el buen humor, el mejoramiento de las relaciones sociales a través del afán de superación de metas, el espíritu de lucha, la capacidad de cooperar y trabajar en equipo, el fomento de valores y actitudes, la maduración personal y de grupo y la empatía con otros participantes o camaradas.
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