- ¿Hay un psicoanálisis de niños? -
«Si emprendemos el análisis de niños con la mente abierta, podemos descubrir caminos y medios para explorar las profundidades más recónditas y por los resultados de estos procedimientos podemos darnos cuenta de cuál es la verdadera naturaleza del niño, y vemos que no es necesario imponer restricción alguna al análisis tanto en lo que respecta a la profundidad como en lo que respecta al método con el que trabajemos....».Melanie Klein, 1927
Al haber incursionado en la clínica de niños me he planteado determinadas cuestiones que me han llevado a reflexionar si es lícito distinguir entre un análisis de niños y otro de adultos. La respuesta que cada analista se dé a la pregunta “¿qué es un niño?” incidirá en sus intervenciones, su concepción de la cura y del fin de análisis.
Apoyadas en Freud, las teorías evolutivas del crecimiento asimilaron sin especificar diferencias la edad cronológica de los niños al desarrollo de etapas. En oposición a esta postura, algunos analistas han desechado toda distinción entre un niño y un adulto. Ambas posiciones se contraponen para legitimizar o invalidar al psicoanálisis de niños. Podemos afirmar que es al sujeto al que se dirige todo psicoanálisis cada vez que se recibe la consulta por un niño, apuntando a localizar el tiempo del sujeto y las operaciones incumplidas para su efectuación en la estructura, ya sea como sujeto del inconsciente, subsidiario del deseo, de la pulsión y sus goces o bien del fantasma en el que los articula. Delimitar los tiempos en la consolidación de la estructura permite definir el lugar de los padres, de los juegos, de los juguetes o bien de los dibujos en el encuentro con el sujeto para cada tiempo de la infancia, así como decidir cuándo intervenir y cuándo concluir nuestra intervención, es decir, ubicar el fin de análisis en los tiempos de la infancia. Alba Flesler sostiene que “los tiempos del sujeto no requieren especialistas de niños, reclaman especificidad del acto analítico, diferentes intervenciones según los tiempos de escritura del sujeto y del Otro en la estructura” (1) .
En los tiempos de la infancia se tenderá a la constitución del fantasma que sostenga el deseo, mensurando el acceso del sujeto al goce. Tanto niños como adolescentes plantean finalizar el análisis cuando se encuentran en la escena del mundo habilitados, gracias a ese enmarcado del fantasma, para orientar su deseo y su goce. Esta precipitación no ha de tomarse como un fin de análisis en tanto atravesamiento del fantasma, pero puede ser anticipo de un fin que podrá efectuarse en otro tiempo si el encuentro con el analista dio marco, abrió una puerta al sujeto.
¿LOS NIÑOS DEMANDAN ANÁLISIS?
Cuando los padres traen a su hijo a la entrevista de admisión, podría ser el comienzo de su propio análisis y no el del análisis del hijo, ya que este último forma parte del narcisismo de los padres y a veces ellos no tienen claro cuál es el límite entre la conflictiva de su hijo y la suya.
Sería apresurado sostener que el niño hace una demanda de análisis. Es momento oportuno para aclarar que toda demanda no implica una demanda de análisis. Demanda es demanda de amor, es decir el sujeto demanda ser el objeto amable para el Otro. Lacan expresa “yo no tomo alguien en análisis hasta que no hay una demanda de verdad” (2). Para Lacan demanda de verdad implica un posicionamiento del sujeto en un discurso, una relación del sujeto al saber, a la verdad y por ende a la falta. En ese sentido no podemos plantear para el niño una demanda de verdad porque justamente la estructura no terminó este tiempo de abrochamiento del fantasma fundamental que es la orientación de la búsqueda de saber que le permita preguntarse; el preguntarse implica una relación del sujeto a la verdad y al saber, pero de todos modos podemos decir que en la niñez hay demanda.
Generalmente el niño es traído a la consulta, lo que lo ubicaría en posición de objeto. Esta particularidad del análisis hace que tengamos que escuchar y alojar a los padres, pues necesitamos que la transferencia con los padres se instale. Han depositado un saber en nosotros para resolver la conflictiva de su hijo.
Demanda de análisis des-esperada de un niño
A continuación quiero compartir dos viñetas que me llevaron a plantearme ¿Todo niño es traído a la consulta? ¿Puede haber una demanda propia del niño y a la vez diferente a la demanda de análisis por parte de los padres? ¿Se puede empezar tratamiento sin el deseo de análisis del niño?
Este es el caso de un chico de 8 años, al que llamaré Lucas, y tuve oportunidad de conocer mientras realizaba una pasantía en un colegio primario. Al encontrarse la puerta entreabierta del gabinete psicopedagógico, Lucas ingresó y cuestionó: “A mí nunca me llaman para que venga”. Lo invité a pasar y le pregunté por qué quería venir, a lo que me respondió: “no sé... quiero dibujar”. Me contó que tenía una hermanita con quien le gustaba jugar. Le pedí que dibujara a su familia. Dibujó a la abuela, al abuelo y a él mismo en el medio. El gráfico ocupó el cuadrante superior izquierdo de la hoja y las figuras humanas no contaban con pupilas. Le pregunté si tenía algo para agregar y expresó: “mi papá está internado, no tiene fuerzas para caminar, se siente mal”.
Pude averiguar al respecto que la madre de Lucas falleció a raíz de haber estado infectada por el S.I.D.A. cuando él tenía 2 años, y su padre también portador se hallaba internado en estado terminal. En ese momento Lucas vivía con los abuelos paternos y visitaba regularmente a su hermana de 1 año y medio, fruto del segundo matrimonio del padre. Respecto a ello la maestra comentó que Lucas se manifestaba responsable, inteligente y ávido de aprender e incorporar conocimientos, pero que las últimas semanas lo había notado triste.
Este niño de tan solo 8 años debió plantear por motus propia una demanda des-esperada de tratamiento, ya que no había sido convocado al gabinete a pesar de su situación familiar y el estado de salud terminal de su padre. No se tuvieron en cuenta las fantasías y la angustia que podrían desprenderse a raíz de la grave enfermedad del padre.
No es aleatorio para el colegio que este chico de buena conducta y buen rendimiento escolar no haya sido entrevistado en otras oportunidades, ya que no genera problemas de conducta que provoquen conflictos con otros compañeros e inconvenientes a nivel grupal, desestimándose así los conflictos subyacentes inconscientes.
Demanda del niño versus la demanda materna
Tomando en cuenta los motivos por los que consultan los padres, pueden existir diferencias entre lo que son los síntomas para los padres o los maestros y la propia consideración hecha por el niño sobre aquello que lo hace pensar, que lo martiriza y lo torna insoportable para su entorno e infeliz para sí mismo. A veces parecen no coincidir los motivos de consulta de los padres y del niño en cuestión. Esto lo pude comprobar con Pedro, de 11 años, cuya madre relata: “creo que está enojado con esto de la enfermedad. En febrero me desmayé, estuve 40 días internada, me operaron del corazón. Tengo síndrome de QT prolongado, y a todos mis hijos también se lo detectaron”. Agrega que actualmente están tomando medicación y no pueden hacer actividad física. Como motivo de consulta refiere que viene por “la conducta de Pedro y porque no me dice lo que le pasa realmente; hace burlas, gestos y molesta a los demás”. Asimismo agrega: “Lo que siempre me jodió fue el tema del papá: se puso de novio y no lo saludó más; tiene una hija de un año y medio”.
Cuando entrevisté a Pedro manifestó curiosidad, misterio y desconcierto por el tema sexual. En la primer entrevista dijo que venía porque“cargo, hago lío, a mis compañeros los molesto para llamar la atención. A veces me porto mal porque mi señorita nos grita”. A continuación comenta que tuvo que resolver un problema matemático. El mismo hacía referencia a que “un elefante comía 500 kilos de paja”. Toda la clase se rió; él, como estaba distraído, no entendió el doble sentido desde el principio, y cuando lo comprendió fue el último en reírse, lo que le costó un reto de la maestra: “después vamos a hablar... ¿vos te hacés la paja o ellos?”. Durante gran parte de la sesión manifestó que pensaba ir a contarle lo sucedido a la directora o hacerle un juicio a la maestra. “Mi tía no me cree ésto. Tenía miedo de ir a dirección y que me pase algo, que crean lo que dice la señorita y no me crean a mí porque ella es una persona de confianza, y no la echen, no le digan nada”...“En 3º grado me rompieron la boca porque las maestras no estaban mirando, se me cayeron todos los dientes, por suerte me pusieron fluor”.
Como recorte de las entrevistas preliminares extraje las siguientes frases que grafican el tiempo por el cual Pedro está transitando: “Yo miraba el programa ¨Disputas¨; vi una vez pero no mucho. Vi el final y chau, vi el tercero, el anteúltimo y el último. Mis compañeros se vieron desde el principio”. De sus compañeros expresa: “Una chica Mariela dijo que iba a co, co, (risas) coger con el chico que le gustaba si era el novio... lo dijo por mí, no por otro chico”...“Las chicas querían jugar a la mancha y les dijimos que no; jugaron 10 chicos de 4º, pero cómo las tocaban”... “Daniel y Gabriela andan a los besos y nada, yo también, 5 días con Mariela y chau”... “Yo le dije que era una puta porque se deja tocar”... “Las chicas son re-zarpadas, ven a la seño de inglés embarazada y quieren tener un bebé”...“Me gustan tres; te pegan si las tocas, son re-cuidadas”. “Hablamos con la señorita qué hace el hombre con la mujer y eso las excita a las chicas”, “Mi mamá no quiere ser abuela; mi hermano tiene 17 y la novia 17 y es re-grande”. Respecto de las maestras refiere: “Ni ellas están informadas. Todo chusmerío, chusmerío, una nena me dijo que trajeron una revista porno, no me acuerdo quién me lo dijo”.
La madre se muestra preocupada porque Pedro “no cuenta lo que le pasa realmente”. Esto que le pasa la madre lo asocia a la enfermedad hereditaria familiar que se le detectó este año. Sin embargo, el motivo de consulta de Pedro se circunscribe al segundo despertar sexual. El inicio del drama puberal parece ser el tema que desvela el interés de este pre-púber, según lo corroborado en las entrevistas preliminares. Es probable que con el transcurso del análisis aparezca el tema de la enfermedad, pero como se observa no fue incluido en la demanda.
SINTOMATOLOGÍA EN LA INFANCIA
Lacan define al síntoma como representante de la verdad y sostiene que “en los niños hay dos clases de síntomas: los que están verdaderamente relacionados con la pareja parental, y los síntomas que, ante todo, están en la relación dual del niño y la madre”(3). La sola existencia del síntoma no basta para desencadenar el pedido de análisis. En efecto, el síntoma puede ocasionar sufrimiento, malestar y desdicha, pero si no hay pregunta que se formule a partir de éste, la puerta al dispositivo analítico estará cerrada. En el Seminario 10 dice Lacan que el síntoma se basta a sí mismo y no necesita del Otro. El paso hacia el análisis implica una transformación, ya que supone la creencia en que el síntoma quiere decir algo que habrá que descifrar. Dimensión, pues, que ya incluye al Otro. Lacan señala que, para que el síntoma salga del estado en que aún no estaría formulado, es necesario que el sujeto advierta que hay una causa. Es por el tiempo del sujeto que el niño no llega a formularse una pregunta sobre su síntoma. Quien se presenta sin pregunta alguna suele tener una teoría sobre su padecimiento; su teoría le brinda algún sentido al sufrimiento. Dándole sentido, cierra el enigma, pero al hablar también abre; y si es que logra hablar dirá más de lo que sabe. Si la infancia se cursa con síntomas, según lo recuerda Freud, ¿cuándo será el momento indicado para consultar por un niño?. La respuesta es simple: Cuando hay síntomas del detenimiento de los tiempos del sujeto en la infancia.
Quiero recordar el análisis de una nena de 6 años a la que denominaré Daniela. Su madre refiere como motivo de consulta que Daniela “se hace pis, se chupa el dedo, está muy distraída en el colegio, no completa las tareas y se quiere ir a jugar”. En una sesión hace un dibujo al que denomina “Un país que está lloviendo”; en otra, titula a su dibujo “Trueno porque llueve”; en otras sesiones aparecen en sus gráficos piletas y charcos de agua, así como manifiesta predilección por pintar con témperas. Se observa como Daniela intenta de manera artística dar nombre a su síntoma, la falta de control de sus esfínteres. Es interesante observar los distintos medios que utilizan los niños para comunicar lo que les pasa. En este caso Daniela con riqueza expresiva graficó su síntoma.
PENSANDO LA TECNICA PSICOANALITICA: “Una imagen vale mas que mil palabras”
Considero que sería caer en un pensamiento falaz creer que:
“Los pájaros se comunican cantando,
los niños solamente se expresan a través del dibujo
y el juego, y los adolescentes y adultos
sólo lo hacen por la escritura y el lenguaje”
Pensar así sería discriminar una clínica del juego para los niños y otra de la palabra para los adultos. La escucha analítica en cada caso en particular debe estar orientada al sujeto. Descartar de antemano la palabra, el juego o el dibujo coarta y rigidifica el despliegue analítico. No podemos desconocer que la relación que los niños tienen con la palabra es bastante diferente a la del adulto, porque el niño en general no le confía la manifestación de su vida interior. El niño recurre con más propiedad a la mímica, a la dramatización, al juego y al dibujo que a la palabra cuando se trata de lo más íntimo, de su afectividad, valiéndose de la palabra sobre todo para comunicaciones intersubjetivas del orden de la realidad social compartida. En las sesiones de niños predomina la acción. Las diferencias técnicas entre el psicoanálisis de niños y de adultos parecen a simple vista obvias: un diván y un sillón en un caso y un caja con juguetes y medios expresivos en el otro. Todos estos recursos serían, en última instancia, prescindibles. Lo más importante es la libre asociación, básica para el logro del análisis, y simétricamente acompañada por la atención flotante del analista.
Margaret Naumburg sostiene como principio que a través del arte “(...) el paciente comienza a proyectar en imágenes lo que no podía expresar en palabras. Tales imágenes pictóricas pueden escapar a la prohibición de la censura de un modo como las palabras no pueden hacerlo. Si esto ocurre, el paciente es confrontado con la evidencia de una imagen de su conflicto en forma de pintura. Cuando un impulso (o un fantasma, etc.) prohibido ha alcanzado tal forma fuera de la psiquis del paciente, éste logra un distanciamiento de su conflicto que a menudo lo capacita para examinar sus problemas con creciente objetividad. El paciente es así ayudado gradualmente a reconocer que sus producciones artísticas pueden ser consideradas como un espejo en que él comienza a develar sus propias motivaciones” (4). Esto demuestra que las expresiones artísticas no son exclusivas del trabajo analítico con niños.
Como las imágenes visuales son más profundas y preverbales, es posible comprender a través de ellas los problemas, síntomas, fantasías, traumas, recuerdos reprimidos y censuras de forma clara y directa, y experimentar los efectos con que están cargadas. Es conocido el proverbio “una imagen vale más que mil palabras”; en este sentido, el arte visual puede traer un trauma a la conciencia en forma menos amenazante que las palabras. No pocas experiencias son casi imposibles de contar en voz alta. Los analistas sabemos que ésta es una verdad indiscutible. En el mejor de los casos se necesita un largo tiempo. Alguien puede estar pintando o expresando afectos o fantasías que no son accesibles a través de la palabra.
Por otra parte, Winnicott sostiene que “la terapia sólo puede comenzar cuando se le ha permitido al paciente tener la capacidad de jugar”(5). El análisis se desarrolla en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del analista. Está relacionado con dos personas que juegan juntas. Esta referencia de Winnicott al juego como fundamento del análisis permite, primero, relativizar la diferencia entre juego y trabajo, y en segundo lugar mostrar hasta qué punto se aproxima el análisis de un adulto al de un niño. Si el paciente no puede jugar, se hace imprescindible realizar intervenciones que le posibiliten jugar. El analista debe ayudarlo a construir un espacio en el que el juego sea posible, construcción que se da en la relación transferencial.
Asimismo, Silvestre nos resume que “poco importa la extrema variabilidad de las técnicas y dispositivos operatorios; finalmente no habría más que un solo psicoanálisis y sería aplicable a los niños” (6).
TRANSFERENCIA CON EL NIÑO
En la Conferencia 34ª Freud se dedica a hacer un contrapunto entre el análisis de un adulto y el análisis posible de un niño. Expresa que “la transferencia desempeña otro papel, puesto que los progenitores reales siguen presentes (...) y por eso suele ser necesario aunar al análisis del niño algún influjo analítico sobre sus progenitores”. Alba Flesler agrega que “los padres reales están presentes aún” (2). El término “aún” introduce el tiempo actual, porque en realidad los padres están presentes en todo análisis. En el análisis de un adulto, los padres están presentes en el hablar del que vino a consultar por sí mismo. En el adulto neurótico, lo que retorna son los padres de la infancia, en cambio en los niños lo que se trata es lo real de los padres actuales de la infancia.
En la medida en que la transferencia ocupa otro lugar, es necesario entrevistar a los padres. Es decir, ser analistas con los padres, lo que no quiere decir “de” los padres. Desde el lugar de analistas, si los chicos son llevados al análisis porque tienen manifestaciones leídas por los padres como sintomáticas, se trata de analizar como síntoma la relación entre ellos y el niño.
La falta de saber es lo que lleva a que alguien se pregunte algo, pero para que alguien se formule una pregunta tienen que haberse dado las operaciones necesarias en los tiempos de la infancia. De hecho, en la clínica muchas veces se reciben adultos que no se preguntan por qué les pasa lo que les pasa. El preguntarse es un tiempo del sujeto que implica que el Otro haya sostenido la consistencia de un lugar. En un primer tiempo, el niño dirige su pregunta a los padres porque en la estructura ellos son la fuente de todo saber. En la primera pregunta, que es por el origen, por la causa, el niño se dirige al lugar del saber de los padres. Si los padres contestan, responden hasta un tiempo en que ese saber presenta su falla. Los chicos descubren que los padres no dicen todo. Nadie puede decir todo de lo real. Si lo simbólico funciona, ese real es legalizado y el niño podrá orientar su búsqueda de saber más allá de los padres, lo que permitirá que se establezca la transferencia con el analista.
BIBLIOGRAFÍA:
- Sigmund Freud: Conferencia 34ª de las “Nuevas Conferencias de Introducción al Psicoanálisis”
- Jacques Lacan: Dos notas sobre el niño, en Intervenciones y Textos 2; Seminario 10
- (1) Alba Flesler: Revista Actualidad Psicológica Nº 309 La Consulta Terapeútica, “¿Cuándo consultar por un niño?, 2003
- (2) Alba Flesler: Seminario “El lugar de los padres en el psicoanálisis con niños”, 1998
- (3) Jacques - Alain Miller: Revista El carretel, “El niño, entre la mujer y la madre”
- (4) Daniel Marpartida: Revista Actualidad Psicológica Nº 305 Arte y Psicoanálisis, “Psicoanálisis por venir: Un presente por venir”, 2003
- (5) Beatriz Janin: Revista Actualidad Psicológica Nº 313 Tecnica en Clínica con Niños, “Psicoanalizando niños”, 2003
- (6) M. Silvestre: La neurosis infantil según Freud
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